Historia Punkapocalíptica
“El ciudadano ha devenido en consumidor; y cuando el consumidor ya no es rentable, se le aparta y queda fuera de la sociedad”
Consumidores y excluidos, Ignacio Lewkowicz, 2004
A principios del siglo XXI las crisis económicas, causadas por la escasez de agua y combustibles fósiles y por la despiadada especulación de los grandes poderes económicos, empezaron a sucederse una tras otra. Aunque en un principio la población confió en que las cosas volverían a mejorar, y atenazada por el miedo a quedarse sin nada, agachó la cabeza y aceptó medida tras medida que les iba quitando todos los derechos que habían conseguido con los años, llegó un momento en que el descontento general fue tal que estalló la chispa de la rebelión.
Primero eran una minoría, pero en poco tiempo millones de ciudadanos en todo el mundo salieron a las calles ya sin nada que perder, y tomaron como objetivo todos los poderes políticos y económicos, que se habían mantenido en lo alto de la pirámide como una oligarquía intocable. Hubo guerra, matanzas, anarquía… países enteros fueron casi arrasados. El mundo se estaba haciendo trizas.
Las grandes corporaciones, los gobiernos y la clase alta comprobaron por primera vez que el rebaño manso que habían pastoreado durante siglos se había vuelto salvaje, y que las cosas no volverían a ser iguales. Viendo que no podían permitirse años para llegar a acuerdos, crearon un consejo que los encabezara y tuviera la facultad de tomar decisiones inmediatas, al que llamaron la Brújula. Éste decidió que el problema no era el Sistema, sino que había demasiada gente en el Sistema. De esta manera pasaron a hacer algo totalmente nuevo para que su statu quo siguiera manteniéndose: el Proyecto Babylon.
Así se planeó la creación de las Megalópolis, enormes ciudades amuralladas autosuficientes , donde sólo tendría cabida la gente adecuada. Había que reconstruir la realidad, pero dando un paso más allá, haciéndola a su imagen y semejanza. Un 5% de la población, la suficiente para mantener las perfectas sociedades de economía y consumo, llenas de lujo, derroche, agua pura y comida. En el exterior, había que dejar al resto de la población, un lastre, fuente de problemas y conflictos. En total se planeó la construcción de más de una veintena de estas mega-ciudades, repartidas por todo el globo terráqueo.
Sin embargo, esas enormes urbes debían ser construidas, y era algo que no podía hacerse en secreto, así que el Proyecto Babylon se presentó como un nuevo amanecer para el mundo, un lugar donde se partiría de cero en una sociedad más equilibrada y plural, donde cada persona contaría. Y el plan funcionó, la gente estaba en el fondo tan deseosa de creer en algo, de permitirse tener esperanza, que se consiguió que se alcanzara una paz global, y que millones de personas aceptaran trabajar en el alzamiento de estas ciudades, a cambio de futuras viviendas y puestos de trabajo dignos en su interior, cuando estuvieran finalizadas. El mensaje era que estas Megalópolis serían las primeras de muchas que poblarían la Tierra. Se creó un sentimiento de estar creando un nuevo futuro juntos, desechando los errores del pasado. Y entonces, cuando estuvieron finalizadas, la auténtica realidad se mostró. No habría más ciudades, éste sería el Edén de unos pocos.
Obviamente, la gente se rebeló y se levantó en armas inmediatamente. Las luchas por las Megalópolis fueron feroces, no era fácil construir el paraíso y decir a la mayoría de la gente que debían quedarse en el infierno. Pero al contrario que la gran masa de gente, que de repente descubrió que todo era una mentira, la Brújula hacía tiempo que estaba lista para este momento. Lo había planeado a la perfección, y se había preparado táctica y armamentísticamente. Actuó sin ninguna compasión, aquél que no aceptara vivir en el exterior, moriría. No dudaron en usar todas las armas que habían estado preparando, ya fueran nucleares, químicas o electromagnéticas. El mundo exterior fuera de las Megalópolis pasó a ser un lugar inhóspito, un enorme campo de batalla, mientras que las Megalópolis quedaron selladas.
Por si toda la guerra no hubiera sido suficiente castigo, los siguientes años sufrieron de un terrible invierno nuclear, seguido de un calentamiento global acelerado por todo lo sucedido. Todo excepto las Megalópolis, que estaban perfectamente preparadas para estos “inconvenientes”, se convirtió en un yermo, con las antiguas ciudades totalmente destruidas, los bosques y praderas desaparecidos, los ríos convertidos en eriales… La población que allí vivía quedó diezmada hasta llegar a menos de un 1% de la que había poblado la Tierra.
Para asegurar aún más las grandes ciudades, minas, torretas automatizadas, y todo lo que la tecnología permitía, mantenían alejado a cualquiera que tuviera el valor a acercarse a menos de cien kilómetros.
El mundo exterior, ahora hogar de los despojos de la sociedad ideal, se convirtió en el Páramo.