
Relato: El mongolongo borracho contra el dragón artrítico
En las ruinas del viejo Autocine Tetsuo una panda de taraos habían elevado casi a la categoría de religión cualquier cinta con ninjas, explosiones y

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– ¡Corre!, ¡corre!, ¡maldita sea tu madre! Nos van a coger por tu puta culpa. – Por favor, no puedo más, Amanda… ¡estoy perdiendo mucha

Jomo temblaba un poco, a pesar de que la estufa estaba al máximo. También sentía un feo vacío en el estómago que no era de

Jonás se había encontrado un hogar muy distinto al que había dejado. La misión de Risco Ardiente ahora parecía una auténtica fortaleza, con fuegos ardiendo

Abrió los ojos lentamente, ya que la repentina claridad taladraba su cerebro. Intentó respirar una bocanada de aire, pero algo le molestaba. Palpó con la

Julius III caminó hasta el borde del tejado sin prisa, disfrutando cada paso como si estuviese dando una vuelta por alguno de los bulevares de

– ¡Para, para, lo vas a escojonciar todo! No había terminado de decirlo cuando el hidráulico hizo un siseo extraño, se atascó totalmente extendido y

Salva se arrodilló detrás de una piedra, posó la bombeadora bien cargada encima de ella y apuntó con cuidado a las figuras que se acercaban.

La explosión lo pilló totalmente por sorpresa. Estaba en la Plaza del Pacto, mercadeando sus cosas mientras recorría los puestos que bordeaban la explanada a

Pezqueñín se abrió paso entre el gentío apelotonado en la explanada, aprovechando su babosidad natural para escurrirse más o menos con soltura entre el resto