Bestiario del Páramo: Bocarrancas

BestiarioDrSiriousHola trons.

Como todo quisqui sabe, el Páramo está lleno de bichos peligrosos, que te pueden arrancar las pelotas a poco que te descuides. Normalmente la basca se va por ahí a verlas venir, sin coscarse de qué bestia se puede encontrar, y luego pasa lo que pasa. Por eso he decidido dedicar mi vida a ser un masca de estos temas, siendo Bichólogo y Mutardólogo Oficial del Gremio Electroprotéico de la Carne y el Metano de Puentechatarra (del que soy miembro fundador, y también presidente, secretario, tesorero y especialista de campo). Soy el doctor Sarious e intentaré en esta Guía de los animales, criaturas y mutaciones del Páramo realizar un estudio chachi de los bichos que pueblan nuestro mundo.

¿Nunca habéis escuchado hablar de la fruta prohibida? Pues estoy seguro al 87,12% de que se refiera a las bocarrancas. Es más, me juego tu vida a que seguro que son esas criaturas.

Descripción

Las bocarrancas parecen el resultado de que una puta boca gigante se hubiera follado a lo bestia a un huerto de esos que van provocando por ahí con sus frutas de colorinchis. Son humanoides en cuanto que tienen un par de patas y un par de brazos, pero poco más. Sus dientes y garras son incluso más grandes que vuestros problemas. Miden alrededor de un metro, pero como mi primo Alex, no te dejes engañar por el tamaño, porque estas cosas pueden arruinarte el día en un abrir y cerrar de ojos.

Los brazos y patas son de un color verdoso, mientras que toda la zona de su bocacuerpo es más tirando a parduzco. Pero lo que hace jodidamente únicas a estas criaturas son las protuberancias que les salen en la parte superior. Parecen hongos o frutas muy coloridas, y aquí está la puta locura: son comestibles y saben pero que te cagas. Algunos incluso dirían que son más placenteras que el sexo. Sobre todo los que lo hacen como yo.

Hábitat

Las bocarrancas deambulan por las zonas pantanosas del Páramo, siempre en busca de presas para destrozar y recolectores de sus frutas que se atrevan a acercarse demasiado. A veces también se las puede encontrar en terrenos deshabitados, entre ruinas y en lugares donde nadie en su sano juicio se aventuraría.

Comportamiento

Si bien normalmente flipamos en colores con las mamarrachadas de bichos que nos da el Páramo sin tener ni idea de por qué habrán salido así con esas pintas, con las bocarrancas resulta que sí que hay una lógica muy chunga. La bestia utiliza los frutos en su espalda como cebo para atraer a presas, especialmente grandes herbívoros que no pueden resistirse ese olor fuerte y dulce que desprenden. Cuando uno de estos bichos se acerca ahí alegremente a zampar eso que huele de maravilla, la bocarranca no ataca de inmediato, si no que se queda quieta en plan «ninja style», ahí tan tranqui, mientras la presa se pone a comer sus frutas. Pero entonces, en un rápido movimiento la bocarranca ataca. Así toda ágil «zas zas», usa sus garras para desgarrar el estómago de su presa.

He visto una vez esto y es un puto asco, pero qué bien que lo hacía la cabrona. Raja a su presa, a la que se le abre todo el barrigo, y todos los intestinos y demás vísceras bañan a la bocarranca, que parece que hasta sonríe mientras se empieza a jalar al bicho. Es la satisfacción de ver un curro bien hecho.

Usos

Vamos a ver, aunque sé que no escribo precisamente para lumbreras, todos os imaginaréis que lo auténticamente goloso de este bicho es hacerse con sus frutas. Pero claro, aunque suene de puta madre disfrutar de ese manjar, enfrentarse a una bocarranca no es un paseo por el parque. Bueno, por un parque tranquilo y no los que encuentras en Puentechatarra llenos de jonkos, bandas e incluso críos. Pero claro, por ahí se paga una auténtica pasta por ellos y no hay pocos chalados que se arriesgan por ese buen puñado de balas. Además, al contrario que la fruta normal que al poco tiempo se pone pocha, la de las bocarrancas aguanta sin problemas un mes en perfecto estado. Vamos, yo mismo me lo plantearía si no es porque no me gusta resultar destripado y morir.

Claro está, no son pocos los que han intentado domesticar o al menos enjaular a estas bestias para tener un suministro constante de sus «delicatessen» personales. Pero resulta que no solo son peligrosas por sus garras y dientes, sino que son unas criaturas listas de cagarse, y más pronto que tarde, aquellos que las tienen acaban como cena de las propias criaturas.

 

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