Bestiario del Páramo: Galligartos

BestiarioDrSiriousHola trons.

Como todo quisqui sabe, el Páramo está lleno de bichos peligrosos, que te pueden arrancar las pelotas a poco que te descuides. Normalmente la basca se va por ahí a verlas venir, sin coscarse de qué bestia se puede encontrar, y luego pasa lo que pasa. Por eso he decidido dedicar mi vida a ser un masca de estos temas, siendo Bichólogo y Mutardólogo Oficial del Gremio Electroprotéico de la Carne y el Metano de Puentechatarra (del que soy miembro fundador, y también presidente, secretario, tesorero y especialista de campo). Soy el doctor Sarious e intentaré en esta Guía de los animales, criaturas y mutaciones del Páramo realizar un estudio chachi de los bichos que pueblan nuestro mundo.

Si has tenido infancia, seguro que has pateado más de uno, de dos y de cien de estos bichos en algún lugar u otro del Páramo. Los galligartos son de los pocos animales que quedan sobre la faz de la tierra que no intentará arrancarte un brazo, sacarte las tripas o poner sus huevos en tu garganta para que explote cuando eclosionen. Son estúpidos, mansos y se pasan casi toda la vida comiendo cualquier porquería.

Descripción

Los galligartos tienen el aspecto de esa estatua gigante de un lagarto sobre dos patas gordas, cabezón y bracicos inútiles, que hay subiendo por la carretera más allá de Los Gemelos. El Jurassic no-se-qué, según pone en el cartel que hay tirado en el suelo. Pues así, pero con menos dientes, una cresta blandurria un poco rara y asquerosa, y un pico con el que picotean todo lo que ven y del que cuelgan unos pellejos raros como si tuviesen los huevos colganderos de la boca; una cosa muy rara y que da mucho asco ver y no te digo ya tocar. También tienen unos ojos enormes, saltones y oscuros, que miran sin ver y que acentúan todavía más el aspecto de tontos del culo de estos bichos.

Hábitat

Pocos son los ancianos que recuerdan cómo llegaron a vivir estos bichos entre la gente del Páramo, pero el caso es que parece como si siempre hubiesen estado ahí. Son dóciles y mansos, así que se pueden criar en el patio de atrás de casi cualquier casa y los muy burros no intentan escapar, ni devorarte, ni nada. Se limitan a dar vueltas por ahí, escarbando en el suelo y esperando a ver si alguien les echa alguna otra cosa de comer. No tengo ninguna noticia sobre estos animales viviendo en libertad o en estado salvaje, ni de ninguno que tenga un tamaño superior al del cabezón de mi cuñado Ramón el Cabezabuque, que es considerable de cojones, pero tampoco tanto como para dar miedo. Los galligartos, digo, porque como te cruces con Ramón en algún callejón apartado de Puentechatarra, te puede dar un apechusque que la roscas.

BestiarioGalligartoComportamiento

Como ya he dicho, son los bichos más tontos y mansos del mundo. Los puedes patear a placer y lo único que hacen es emitir una especie de bufido a medio camino entre un escape de gas y un rutio bien tirado. Aparte de eso, al instante siguiente volverán a acercarse a ti para ver si les das algo de pitanza, emitiendo sin cesar unos sonidos roncos como si se estuviesen ahogando continuamente. Aunque a primera vista puedan parecer todos iguales, las hembras suelen ser más pequeñas y habitualmente no tienen ni la cresta chuchurrida sobre el cabolo ni los huevos colganderos bajo el pico, lo cual me lleva a concluir con casi total seguridad que efectivamente sus órganos reproductores están ahí metidos. Nunca he pillado a dos montándoselo para comprobarlo en directo, pero el caso es que las hembras ponen cada cierto tiempo un montón de huevos, blancos y de tamaño considerable (así como un puño), que si no los fríes y te los zampas (y están cojonudos, por cierto), los cuidarán sentando su escamoso culo encima hasta que salga un pequeño galligarto. Y vuelta a empezar, porque el pequeño cabrón crecerá muy rápido a base de engullir todo lo que encuentre por el suelo hasta hacerse adulto.

Usos

Ya lo he mencionado antes, los huevos de galligarto están deliciosos fritos sobre una bombona de butano con un poco de anticongelante o grasa de motor. Hay gente que se hace sopas con las crestas y colgajos asquerosos de la tarra del bichejo, pero también hay gente que se come los güevos de los bufalotes… vamos, que hay de todo en la vida. Además, también se pueden jalar los ejemplares adultos, porque su carne es bastante sabrosa (aunque un poco seca), parecida a la de serpiente pero menos correosa. De hecho, en algunos puntos del Páramo está empezando a florecer todo un negocio de cría, matanza, comercialización y venta de estos animales, ya bien sea crudos recién muertos, o cocinados bien fritos rebozados en algún tipo de pasta y vendidos despiezados en cubos gigantes. Son un alimento barato, rico y que empieza a ganar mucha popularidad entre las pandillas de jóvenes que se reúnen aquí y allá para hacer el zángano, beber y liarla parda día sí y día también.

Marcar el enlace permanente.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *